No hubo muchos enfrentamientos durante la Guerra Civil en La Rioja. Las tropas del general Mola entraron el 19 de julio de 1936 en Logroño y la represión fue feroz, tal como explica el investigador Jesús Vicente Aguirre en Aquí nunca pasó nada . Los piquetes de fusilamiento eligieron el espacio de La Barranca, ocho kilómetros al sur de Logroño, cuando no cabían ya más muertos en el cementerio de la ciudad. Los presos políticos fueron obligados a abrir las zanjas al borde de las cuales se producían los fusilamientos nocturnos.
En la Dehesa Almida, barranco de Barriguelo, término de Lardero, cerca de Logroño, en el corazón de La Rioja, fueron asesinadas más de 400 personas entre los meses de septiembre y diciembre de 1936: obreros, agricultores y jornaleros, sastres, barberos, albañiles, carpinteros, maestros, funcionarios, alcaldes y concejales, militantes políticos, sindicalistas, gente de buena voluntad.
En los primeros años después de terminada la guerra, las madres o las viudas iban a pie desde los pueblos vecinos a pasar el día en La Barranca, donde todavía se podían ver los promontorios de tierra que dibujaban dos fosas comunes alargadas y el inicio de una tercera. Lo hicieron año tras año, de forma clandestina.
Sobre esta tierra, las mujeres vestidas de negro son las que con su presencia acabaron por escribir la más terrible y hermosa página de la memoria histórica en La Rioja. Así, el 1º de mayo de 1979, La Barranca se convirtió en Cementerio Civil.
Hoy, 40 años después, se celebra allí un homenaje; 83 años después de aquellas injustas muertes. Desde Innovación y Derechos Humanos (IHR) queremos también recordar a todas esas víctimas inocentes. Aquí un video explicativo. En La Barranca puede visitarse también el «mapa de los presos», rescatado del campo de concentración ubicado en la plaza de toros de la Manzanera, en Logroño. Podéis leer su historia en la web de la asociación La Barranca, donde también hay un poema de Máximo Sicilia con el que acabamos:
No estáis solos;
No estáis solos ni olvidados
Ya vamos quedando pocos
De los que vivimos, de los que sentimos,
Y que presenciamos vuestro asesinato.
Venimos aquí, para recordaos;
Y que no se olvide
Nunca el holocausto.
Que vuestros hijos y nietos
Y los hijos y nietos de vuestros hermanos,
También lo recuerden
Y aquí a este recinto,
Vengan, año tras año;
Hasta el fin del mundo
Para recordarlo.
Y sé que me oís, mi mente lo siente,
Que energía es la mente;
Y que esta energía
Está en nuestras mentes,
Y, ahí en los espacios
Forman las estrellas
Que allí se confunden
Con los demás astros.
Y os mando un saludo
El que me enseñasteis
siendo yo un muchacho,
Salud, camaradas, salud
y hasta que volvamos, el próximo año.
Fotografía: Jesús Rocandio (archivo Casa de la Imagen,Logroño)